sábado, 9 de marzo de 2013

LOS VICIOS LATINOS DE LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA Y EL CAMELO DE LA L.R.U. (1983)

El ministro Maravall y Peces Barba, los dos artífices del "reformismo universitario" de la Transición


La endogamia, el nepotismo, el enchufismo y sus vicios de compañía (vasallaje, investidura, sumisión, etc.) son un legado de nuestra cultura latina (la del clientelismo, los paterfamilias y demás). Somos hijos de esa Roma y también de la del derecho y la civilización. En el mundo contemporáneo esa cultura mediterránea se ha demostrado muy válida en el ámbito de la vinculación a una familia, que sirve de cobertura y protección -aunque también puede ser un corsé opresivo-, en el savoir vivre, etc.; pero el contrapunto es una manera de operar marcada por los lazos de sangre y amistad por encima de los méritos y valores. Eso es muy pernicioso en el trabajo y de ahí la superioridad de la cultura individualista anglosajona de matriz protestante. No queremos con esto hacer un canto a la operación neoliberal, camuflada de "excelencia", para convertir la universidad en una prolongación de los mercados... Reinvindicamos, como en la excelente web "université en débat", los tradicionales valores universitarios que precisamente están cercados tanto por esta rapacería mercantilista como por un sistema de "vasallaje e investidura" a veces travestido de progresismo.

A la vez que nos cercan los "bárbaros" neoliberales anglosajones, en las universidades de los países del sur nos corroen los "vicios romanos". Desde luego en España la situación es bochornosa y todavía lo es más que no haya plataformas como esta que lo denuncien. Esta persistencia de los "vicios mediterráneos" explica, en el marco del gran camelo de la operación reformista de la Transición, que la universidad española pasara del franquismo estamental a un nuevo orden donde cambiaron los collares pero no los perros. Aquí hubo dos políticos fundamentales en la operación: el agregado (puesto entre profesor adjunto y catedrático) Gregorio Peces Barba y José María Maravall, a la sazón el ministro impulsor de ese nuevo marco legal. Con esa ley en la mano, el agregado Peces Barba se convertiría pronto en catedrático (los agregáticos les llamaron) y se creó una nueva casta de superacadémcos progres que, empero, mantendrían los usos y costumbres feudales de los catedráticos franquistas. La LRU, como su nombre indicaba, propició una autonomía universitaria que serviría para perpetuar unas políticas de endogamia y clientelismo legal siempre bendecido por esa sagrada "autonomía" y por los principios no menos sagrados de los nacionalismos emergidos. También se optó, cómo no, por una universidad de masas en claro deterimento de calidad. Los resultados están ahí: las universidades españolas no brillan en general por sus resultados científico y académicos, sostienen una mediocracia clientelar y son una gran fábrica de talentos para alimentar la locomotora alemana. El beatificado Peces Barba tuvo la oportunidad, una vez que abandonó sus quehaceres políticos, de crear su propia Aracadia Académica en la Universidad Carlos III que, a pesar de su advocación ilustrada ("todo para el pueblo pero sin el pueblo", claro), ha acabado contagiándose de unos vicios despóticos que nunca el pactismo ventajista de la socialdemocracia tuvo voluntad de combatir. Así se ha escrito uno de los capítulos más tristes del timo del regimen de la Transición, precisamente porque ha hipotecado e hipoteca uno de los pilares del futuro de este maltratado país.

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